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Los tres caballeros

Los tres caballeros Por L. Chandos

A todos mis amigos de Hazte Oír,
habéis sabido escoger y os lo merecéis.
Good Luck!


Cuentan de tres nobles caballeros que llegaron a una ciudad muy famosa por sus grandes calles y jardines, sus comercios y su gente hospitalaria. Se les hizo un poco tarde y decidieron buscar un lugar para alojarse esa noche. Un señor les comentó que el mejor sitio era el Hotel Real, el cual estaba muy cerca del Ayuntamiento y de la Biblioteca. Cuando llegaron a este Hotel, decidieron no entrar por no ser el lugar más digno para ellos, a pesar de que los suelos de las habitaciones eran de mármol, las cortinas de terciopelo, y las lámparas de bronce dorado al fuego.

Les indicaron que fueran al palacio del Marqués de Villafresca, en muchas ocasiones se habían alojado príncipes, embajadores, y hasta primeros ministros… Era un hombre muy hospitalario y no tendría problema de darles unas buenas habitaciones a nuestros distinguidos amigos. Pero éste tampoco era el lugar más adecuado para pasar la noche, así que optaron por ir a otra ciudad en busca de alojamiento.

Ya no se veían las torres de la ciudad, y el camino se hacía cada vez más estrecho e incómodo. De repente uno de ellos divisó la casa perfecta para alojarse. Era una humilde casita de madera, con tejado de chapa de bidones, y unas ventanas con cristales viejos y rotos. Era sencilla pero se notaba que estaba limpia y ordenada, que era un hogar alegre y acogedor. Alrededor de la casa había un lugar cercado en el que revoloteaban unas gallinas y otros animales. También tenía un huerto con hortalizas, algún árbol frutal, y un burrito que daba vueltas a una noria que sacaba agua a borbotones del pozo con el que se regaba el campo.

Uno de los caballeros llamó a la puerta con cierto sigilo. La señora de la casa les recibió con un poco de temor ante la visión de semejantes personajes circunspectos y de gesto noble.

-Nos gustaría pasar la noche en su casa –dijo uno ellos-. No hemos encontrado ningún alojamiento apropiado en la ciudad y tenemos miedo de que la noche nos sorprenda en descampado.

-Nuestra casa es humilde y no hay muchas comodidades, pero sean bien recibidos –dijo la mujer-.

En esto llegó el marido con un manojo de verduras en una cesta para cocinar esa noche, y les dio la bienvenida invitándoles a pasar.

-Antes de pasar queremos presentarnos. Este caballero se llama Salud, como ven es fuerte y joven, capaz de vivir décadas y décadas sin achaque alguno. Este otro es Fortuna, generoso y pudiente, nunca le falta de nada. Y yo me llamo Amor… ¡Qué les voy a contar de mí! A los hombres los vuelvo locos, se olvidan de ellos mismos por quien aman, no hay esfuerzo baldío, ni noche sin lágrimas, e incluso hay quien pierde la vida por un Amor. Hay un problema, y es que sólo puede hospedarse en su casa uno de nosotros, el que ustedes elijan, los otros dos pasaremos la noche a la intemperie.

-Bueno –dijo el hortelano-, siendo así que pase Fortuna. Yo ya soy mayor y tenemos una tierra que cada vez da menos frutos, y estoy un poco viejo… Fortuna nos ayudará a salir adelante hasta el fin de nuestros días.

La mujer le hizo callar y dijo:

-No, no… que pase Salud. El reuma me está matando y cada vez me cuesta más soportar el invierno… Y esta espalda… Qué les voy a contar de mi espalda. Salud nos ayudará a vivir sin problemas en el cuerpo.

La hija de este matrimonio había escuchado todo lo que decían sus padres, y sin pensarlo replicó:

-Por favor, que pase Amor… Quiero que me ayude a encontrar el amor de mi vida.

Los padres se mofaron de ella, pues decían que con dinero podría ir a una buena Universidad, comprar buenos trajes, y encontrar un buen chico… Y con salud sería una muchacha siempre hermosa que llamaría la atención a todos aquellos que pasaran junto a ella.

Pero la hija era muy tozuda, y tanto insistió que por complacerla pidieron que pasara Amor. Qué alegría al ver que el noble caballero Amor entraba con gesto solemne y decidido a la humilde casa de unos campesinos. Y qué sorpresa al ver que le seguía Fortuna y Salud.

-¿Pero no dijeron que sólo entraría uno?

-Así es –respondió Amor-. Si ustedes hubieran elegido a Fortuna o a Salud, sólo hubiera entrado en su casa uno de ellos. Pero donde yo voy ellos también vienen. Pues al Amor siempre le acompaña la Fortuna y la Salud.

Es verdad, quien Amor tiene nada le falta...

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